La autoridad religiosa en su esencia es una construcción humana investida de autoridad divina y no precisamente otorgada por Dios Supremo. Así como imaginamos a dios a imagen y semejanza nuestra, así como hemos humanizado a un dios creador, hemos divinizado a una figura humana y le hemos cedido el poder interior que todos poseemos.
Ha sido un largo proceso desde
que un grupo de apóstoles tergiversó el mensaje de Jesús de Nazaret y en nombre
de él propiciaron la erección de una iglesia en vez de crear una filosofía sin
templos en torno a su mensaje. Ellos fundaron una institución imposible de eternizar,
pero ésta hizo todo cuanto pudo para silenciar las voces disidentes.
La oposición a la iglesia comenzó
desde su instauración debido a la división de opinión entre dos bandos surgidos
del grupo de apóstoles, los cuales se encaminaron en direcciones opuestas según
la opinión que se formaron en el tiempo vivido con Jesús.
El bando mayoritario y dominante
estaba conformado por Pedro, su hermano Andrés, Santiago Zebedeo, Mateo Leví,
Juan Zebedeo y Felipe; y el bando minoritario lo integraron Bartolomé, Tomás y
Simón el Zelota, mientras los otros tres se mantuvieron al margen de toda
actividad apostólica.
El bando mayor abocado a la
figura y ejemplo de Jesús. por cuenta del suceso de la resurrección se impuso
sobre el bando menor enfocado en el mensaje del Maestro y así, para infortunio
o para el aprendizaje de la humanidad, ésta vivió por los siglos de los siglos
bajo el yugo de una iglesia.
La humanidad tuvo que someterse a
un grupo de creyentes en la figura de Jesús y no al amparo de su mensaje acerca
de la verdadera naturaleza del Padre y así, de la mano de Pablo de Tarso y de
Grecia surgió una iglesia en torno a la glorificación del mensajero y no del
mensaje.
Jesús de Nazaret no fundó una religión
ni precisaba de recintos sagrados ni de libros ni de sacerdotes. Su misión nada
tenía que ver con estructuras, tradiciones, dogmas, leyes ni intermediarios,
pero la humanidad estaba lista solo para la dura y trágica experiencia que
ayudó a estructurar.
En oposición a la senda marcada
por el bando mayoritario de apóstoles y Pablo de Tarso, surgieron grupos
cristianos gnósticos catalogados de “herejes”, hasta que en el siglo XVII
contra todo el ímpetu y el poder arrasador de la iglesia nació aquel hombre que
marcó el comienzo del fin de la impunidad, la codicia, la maldad y la falta de escrúpulos
de un ente que barrió y trapeó con la dignidad humana y arrodilló a sus ovejas
a través de la política del miedo.
Baruch Espinoza, nacido en Ámsterdam
en el seno de una familia judía que huyó de la persecución religiosa en la
península ibérica, a partir de las contradicciones de los textos sagrados
comenzó a hacer preguntas incómodas y planteamientos concluyentes que lo
pusieron en la mira de las autoridades religiosas y en ruta de la excomulgación
por poner en duda la sacralidad de la biblia a la que definió como recuento
histórico y político sin inspiración divina.